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En pie de vino

Si nunca lo has vivido, tienes que ir. Esta es una de las frases que escuchas repetidamente entre la gente inquieta del mundo del vino. A nosotros nos lo recomendaron muchas veces, y hoy, entre líneas, y casi por obligación, lo hacemos contigo.
En pie de vino

Viajar al Loire en la búsqueda de todas las ferias de vino que se condensan en una semana es una experiencia, al nivel de un máster de vinos. Podría parecer una situación de vodevil, pero acorde con el orden y concierto de la República Francesa, ferias, productores, vinos y público estuvieron justamente repartidos.

El pronombre ‘nosotros’ hace referencia al llamado Equipo de Choque: Òscar, Borja, Raimon y Patrícia (los dos últimos al teclado), un grupo de cuatro amigos, locos del vino y que, a veces, se nos considera buenos profesionales del sector.  

He aquí el punto práctico: organízate entre un máximo de 5 personas para coger un avión hasta Nantes y, una vez en destino, alquilar un coche hasta Angers, primera parada del viaje. El segundo pueblo protagonista de toda la experiencia será Saumur, en próximos capítulos llegaremos a él. 

Y ahora empieza el cuaderno de bitácora. Viernes 3 de febrero 2023, importante recordar la fecha, puesto que se trataba del día del santo de uno de los tripulantes. Dejaremos que por ti mismo descubras quién. Nosotros lo retuvimos porque fue trending topic de la jornada y con una botella en juego. 

Llegamos a las 10h a Savennières, pueblo fantasma por esas fechas, pero una de las zonas vinícolas más importantes del Loire. De hecho, es hogar del productor Nicolás Joly (Coulée de Serrant), pionero de la biodinámica en el mundo del vino. Este pueblo acoge la primera feria a la que acudimos: Les Pénitentes

En ediciones anteriores, la feria se celebraba en un bello castillo de cuento, del que recordamos el crujir del suelo al pisarlo. No sin lamentarlo, nos adaptamos al nuevo escenario, un pabellón a la salida del pueblo que, a efectos prácticos, cuenta con parking, y a efectos ambientales, con un amplio jardín, y un árbol con 400 años de historia. 

 
Ya estamos dentro. En cada feria, creamos una lista con las bodegas que queríamos catar. Es imposible abordarlas todas, así que para evitar frustraciones o lamentos, fijamos prioridades.

Primer abordaje sin pensarlo: un chardonnay de Chablis. Teníamos que levantar el espíritu y despertar los paladares. Domaine Pattes Loup con Thomas Pico al mando, fue una de las bodegas ganadoras de la mañana. Catamos los 3 vinos que trajo a la feria: Chablis Village 2019, Chablis 1er Cru Côte Jouan 2019, Chablis 1er Cru Butteaux 2019. Vinos muy expresivos, Chablis de terruño, muy sensibles y placenteros. 

 
De Thomas Picó pasamos al Domaine Labet del Jura. El otro maestro de la chardonnay en el salón. Una bodega en el pueblo de Rotalier, al sur del Jura, cerca de la Borgonya. Nos hicieron una cata de todos sus chardonnays parcelarios del 2020, añada cálida y alcohólica, pero, sin embargo, de gran acidez y potencial de envejecimiento. No queremos pasar a la siguiente bodega, sin recordar, su Fleur de Savagnin, una variedad por la que tenemos especial debilidad.

En este punto de la mañana, teníamos que ser fieles a la región de acogida, y tocaba catar un chenin. El elaborador invitado fue Michel Autran, considerado, para muchos, un posible rey del chenin. Los vinos pusieron el listón muy alto. Vibrantes, cristalinos, con cuerpo y presencia. Te llenaban la boca de sabores y texturas. Las dos referencias catadas fueron Ciel Rouge y Les enfers tranquilles

 

El salón se iba llenando de más y más amantes del vino y las colas determinaron nuestro rumbo a seguir. Encontramos un hueco en la mesa del Domaine Derain de la Borgoña, fundado por Dominique Derain, y hoy en día regentado por Julien Altaber, su alumno aventajado. Aprovechamos para confesar que agradecemos a los productores escuetos en referencias. Este no fue el caso. Sin embargo, vale destacar que Dominique Derain fue un pionero de la biodinámica en la Borgoña y, hoy en día, ni él ni sus vinos se llevan tal crédito. Entre los vinos de négoce de Altaber (Sextant) y los vinos del Domaine Derain, nos quedamos con los últimos por su presencia y precisión, especialmente con el Saint Aubin 1er Cru Les Murgers des Dents de Chien, un gran blanco de guarda digno del prestigio de la Borgoña. 

En este punto de la feria y antes de parar para comer, el cuerpo nos pedía burbujas para refrescar y coger de nuevo el vuelo, lección para dar inicio al resto de ferias. La única opción posible era el mismísimo Jacques Lassaigne, un referente mundial del vino espumoso y para nosotros, productor de vinos de deseo e ilusión. Su zona, Montgueux, es conocida por un marcado carácter borgoñón, y sus champagnes son especialmente vinosos. Como siempre, nos alumbró con su célebre Colline Inspirée, uno de los champagnes parcelarios de referencia y nos sorprendió con la novedad Haut Revers du Chat Blanc de Blancs, una etiqueta que desconocíamos, pero que sacaba a relucir su faceta artística en una zona donde la imagen suele limitarse a un estilo tipográfico.

Menos es más. La oferta gastronómica era escueta, pero típica y eficiente: rillettes, quesos, salchichería local y patatas fritas. En definitiva, todo lo que cabe desear para seguir catando.

 

A la vuelta, nos vimos con Ramaz Nikoladze de la región de Imereti, Georgia. Él es un hombre de pocas palabras, pero sus vinos hablan por él y por su terruño, que suele dar los vinos más finos y precisos del país. Se presentó con vinos de las principales variedades de la zona: Tsiska 2021, Tsolikouri 2021 sin maceración y Tsolikouri 2021 con maceración de cinco meses. Este último, el favorito de los cuatro por su mayor expresión del carácter de los vinos georgianos, manteniendo la pureza y calidad de los vinos del salón. Para dar un mayor contexto, Imereti, por su terruño, clima y características de sus variedades, es comparable a la misma Loire, al menos por lo que al chenin respeta. Valga añadir que Ramaz estaba tal y como lo conocimos años atrás en su casa: barba blanca corta, camiseta ceñida y pantalones militares. 

 
La traca final la dio Francesca Padovani. Una italiana de origen milanés, afincada en Montalcino (Toscana) donde, junto a su hermana, Margherita, y bajo el nombre de Fonterenza, elabora sus vinos. Siendo esta zona una de las más reconocidas de Italia, esta bodega es la más próxima a los vinos naturales. Le Ragazze, vermentino, trebbiano y malvasía, un vino muy mediterraneo, hecho a imagen y semejanza de sus productoras. Dos hermanas con mucho carácter, trabajo y espíritu libre. Nuestro vino favorito fue Rosso Di Montalcino 2019, 100% sangiovese, por su frescura, sus taninos domesticados y la ligereza en su paso por boca. El Brunello di Montalcino 2016 a diferencia, nos ofreció unos grandes aromas de huerta (tomatera), caja de puros, concentración en boca y una carga de taninos importante. Un clásico en su edad temprana que asoma una buena vejez. 
 

Para clausurar la jornada, no podíamos irnos sin saludar a dos personajes singulares del mundo del vino como Laureano Serres y John Wurdeman. Uno, al frente del otro, creaban la cara dantesca de la feria. Vinos más salvajes y con ligeras desviaciones. 

La copa final fue de Yoyo, una bodega en el Rosellón-Banyuls-sur-mer que conquistó el corazón de muchos profesionales hace unos años, y que sigue manteniendo el nivel añada tras añada. Nos despedimos con Restaké, un juego divertido de garnacha blanca y gris y cariñena blanca y gris que se diferencia del resto por su rusticidad y sequedad. 

Si la feria se traduce en nuestro idioma como Los Arrepentidos, nosotros salimos airosos, sin remordimientos y con todas las escupideras llenas de nuestros vinos catados. Eso sí, con muchas lecciones aprendidas del patrimonio que representaban todos los productores. 

Preparamos, sobriamente, la próxima partida: Salon St. Jean, con una infusión en el centro de Angers. 

Artículo de: Patrícia de Golferichs y Raimon Salas.
Fotografías de: Patrícia de Golferichs.